Luego de cumplir funciones en Asunción, Cochabamba, Lima y Tucumán, entre otras, arribó a Buenos Aires en 1593 el sacerdote Martín del Barco Centenera para asumir como el máximo representante de la Iglesia local. Era un hombre de copas tomar. En sus encuentros con el alcohol, casi siempre ganaba el vino; y si empataban, igual Martín perdía en los penales. Fue procesado por emborracharse en lugares públicos, dar espectáculos “abrazándose a botas de vino”, andar vociferando relaciones prohibidas y también por dedicarse al comercio.
Expulsado de América por sus atropellos, regresó a Europa en 1596. Allí escribió el poema titulado “Argentina” que dio origen al nombre de nuestro país. La intención de Centenera fue darle un nombre poético a su obra referida al territorio del Río de la Plata y el Paraná. Se decidió por Argentina debido a que el argentum es la forma latina de mencionar el mineral que hoy llamamos plata. En sus descripciones del Plata menciona sirenas cantantes, ciudades sumergidas en lagunas, peces anfibios que perseguían mujeres y mariposas que se transformaban en ratones.
El hombre que inventó el nombre de nuestro país, murió a los 67 años, en 1602, el mismo año en que se publicó su obra.
Dos siglos después, en 1808, Vicente López y Planes volvió a usar la palabra Argentina en un nuevo poema que cantaba loas a nuestros héroes en las invasiones inglesas. Fue su primera obra reconocida y se llamó “El Triunfo Argentino, Poema Heroico”. Durante años estos versos se leyeron en las tertulias de Buenos Aires.
A partir de 1826, los sucesivos gobiernos emplearon el nombre con mayor o menor formalidad hasta que en 1860 el presidente Santiago Derqui decretó la utilización de “República Argentina” en forma oficial y definitiva.
Por Daniel Balmaceda (@d_balmaceda) vía Historias Inesperadas
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