23 agosto 2012

Ideas que se convirtieron en millones: El lavadero de los autos del mundo

Se inspiró en un hombre que lavaba autos en la calle y armó una empresa con presencia en 30 países. 

Sergio Kompel
Estamos en Chile. Este hombre de aquí se llama Sergio Kompel, un emprendedor maratónico que concibió 30 ideas de negocios en 30 años, hasta abrió una parrilla en Almagro, a los 20, con amigos, llamada Pecado Carnal. Se presenta en las reuniones de trabajo, medio en serio medio en joda, como emprendedor serial. No lo lleva en su tarjeta, pero sí impregnado en su vida.Trabaja 12 horas diarias. Y, al año, pasa 150 noches fuera de su casa. Ésta es una de ellas.
Ha venido hasta Santiago a acompañar a un amigo a vender su empresa de servicios. Es un empresario intrépido, de buenos reflejos. Si palpa algo en el aire, es el primero en registrar la idea, concebir un negocio y encabezar una tendencia. Sin embargo, jamás imaginó que el hombre que le cambiaría la vida sería una especie de vendedor callejero. Un tipo que lava autos en la playa de estacionamientos de un shopping a cambio de unos pesos.
El hombre no usa balde ni trapo. Concibió unas sillas de ruedas eléctricas que hace rodar de esquina a esquina. Kompel lo ve desde el balcón del hotel. Registra mentalmente el invento y, al regresar a Buenos Aires, reúne un equipo de ingenieros y creativos para plasmar un sistema de lavado de autos sencillo y manual que evita las grandes maquinarias de los lavaderos tradicionales y reproduce, a escala empresarial, ese carrito improvisado que había visto en Chile. Primero intenta convocar al hombre de la playa de estacionamiento, pero le resulta imposible.
Luego hace cuentas y llega a una conclusión: si quiere verdaderamente desembarcar con algo nuevo en el rubro, no es suficiente sólo con evitar máquinas y crear un sistema de lavado portátil. La gran debilidad de los lavaderos de autos es la cantidad de agua que utilizan: 300 litros por cada coche, una cifra que, en tiempos donde el agua vale oro, es una patada al traste del medio ambiente. Hace una prueba piloto con carritos en el estacionamiento del Paseo La Plaza, donde él trabaja como CEO. El resultado es alentador.
Malos tiempos para tener ideas. Kompel inaugura su primer local de Pronto Wash y piensa contarle a la prensa argentina cómo su idea revolucionará el mercado del lavado, protegerá la ecología y traerá una innovación impensada en un rubro que, para ser sinceros, nadie le daba mucha pelota. Pero es 20 de diciembre de 2001. Y, en Buenos Aires, el ánimo está más para el cacerolazo que para el lavadero. Hay más clima de fuego que de agua. El riesgo país se dispara a 5 mil puntos. La pobreza aplasta al 54 por ciento de los argentinos. Y el día en que decide cortar las cintas de su primer local, hay 38 muertos por represión. Pero, para decirlo en términos empresariales, Kompel es tenaz. Y, para decirlo en términos de mi mamá, Kompel es un porfiado.
Inaugura su lavadero ecológico en Recoleta contra viento y De la Rúa. Tiene tan mala suerte que ese día, además, llueve. En la inauguración hay más carritos que personas. Los sanguchitos y el vino sobran. No importa: Kompel siente que tiene algo grande entre manos. Y ve, como los superhéroes, más allá de lo evidente.
En medio del copetín, Kompel cuenta por qué el negocio de los lavaderos es terreno fértil para la innovación. "Siempre fueron informales", dice a un puñado de orejas. "La gente siente que lavar el auto es una pérdida de tiempo y las mujeres lo ven como algo machista." Kompel, que es bueno para los títulos de sus emprendimientos, lo define con bombos y platillos como el McDonald's de los lavaderos de autos. A los pocos días, inaugura otro local en San Pablo, donde se muda su socio. Con la Argentina hundida en el barro, prefiere, por las dudas, decir que es una "empresa latinoamericana".
Durante dos años, se las ve difíciles. Tiene apenas cinco empleados y su sistema de lavado ecológico en la Argentina es un club de unos pocos. "Nuestro lavado", les explica a cada uno los clientes, "usa todo biodegradable. No se tira nada. Nuestra contaminación es cero". Pronto Wash utiliza sólo cinco litros de agua por coche, 295 menos que los lavaderos tradicionales. Y como él anunciaba a sus primeros clientes: emplea detergentes biodegradables. Los trapos absorben todo, con lo cual no hay necesidad de drenajes ni desagotes.
El negocio en la Argentina avanza a paso firme, pero lento. Logra instalarse, como plataforma de despegue, en los estacionamientos de la cadena Wallmart y en algunos de los shoppings más transitados de Buenos Aires. Pero Kompel siente que la esperanza está fuera. Lleva su carrito por cuanta feria de franquicias se organiza en el mundo y les vuelve a explicar a los curiosos todo una y otra vez, en cientos de idiomas: cinco litros, detergente biodegradable, cinto por ciento ecológicos, cero drenajes. No hay nada así en el mundo.
Hay que admitirlo, Pronto Wash, tal como lo previno, es toda una novedad. Cuando visitan su stand, los inversores se llevan folletos, piden tarjetas y prometen contactarse con él para instalar el lavadero ecológico en sus países. En 2002, en la feria de franquicias de San Pablo, tiene 500 interesados en abrir operaciones. Y firma contratos con dos master franquiciados en Ecuador y en Venezuela.
En poco tiempo, sus carritos entran en el mercado de Estados Unidos, donde el rubro mueve 40 mil millones de dólares al año. Pacta una alianza con la enorme Procter&Gamble para que usen sus equipos y su management, pero con su marca.
Los carritos de Kompel lavan los autos de corporaciones como Prosegur y Coca-Cola.
En 2005, los contacta un empresario en una feria de franquicias de Nueva York y lleva sus carritos a Kazajstán, en la ex Unión Soviética. Un año más tarde, su lavadero es la novedad de Moldavia.
En 2011, desembarca en Seúl, Corea del Sur, en alianza con una cadena de 400 estaciones de servicio. Luego, irrumpe en Mozambique, Nepal y, uf, la ansiada China. Exportan todo para sus locales en el exterior: desde muebles y carros de lavado hasta el know how, equipos y estructuras de los comercios.
Pronto Wash
En 2009, 60 alumnos del MBA de Harvard estudian su modelo de negocios. Y se preguntan cómo hizo Kompel para lograr que una idea revolucionara un mercado, hasta entonces, poco tenido en cuenta y estuviera en boca del mundo entero. Lo llamaron a su trabajo "Lavando autos al ritmo del tango." Y el argentino se lleva todas las flores de Harvard.
En 2003, Pronto Wash traspasa las fronteras corporativos y uno de sus diseños -los llamadoswashing karts, los famosos carritos- llega al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
En 2011, le otorgan a Kompel el premio a la excelencia empresaria, de manos de la revista América Economía, una de las más influyentes de Sudamérica.
Pronto Wash llega a los 400 mil lavados al mes y tiene presencia en 30 países. Factura 50 millones de dólares al año -de los cuales sólo el 20 por ciento proviene del mercado argentino-. Tiene 400 unidades de lavado activas en todo el mundo. Inauguró 40 tiendas en Brasil y 50 en los Estados Unidos. Y batió un récord: el lavadero más grande del planeta, con una inversión de dos millones de dólares para instalar un local de tres pisos en la exclusiva Kuwait, donde los petrodólares abundan, los autos de alta gama están a la vuelta de la esquina, y donde el viento y la arena son aliados fieles para que todo lavadero tenga un buen pasar. El capital salió del bolsillo del socio de Pronto Wash en la zona, el Grupo Al-Wazzan, que comercializa productos de cocina, software y muebles para el hogar.
Kompel, con un pie en el Golfo Pérsico, recorrió los tres pisos de su local, y mientras la presidenta Cristina Kirchner se paseaba por Kuwait en visita protocolar, el emprendedor serial anunciaba a los cuatro vientos -que, como ya dijimos, son bastante bravos en la zona-: "Esto no es un lavadero tradicional", prometía Kompel, "esto es un edificio de cuidado del automóvil".
En la actualidad, Pronto Wash está considerada la cadena de lavado de vehículos de mayor cobertura en el mundo. Y la franquicia latina de más crecimiento a nivel mundial.Kompel planea pasear sus carritos por el floreciente mercado de la India y por Japón. Y apuesta al lavado delivery: se llama a los washing karts a casa o a la oficina, sin mover el auto del garaje.
Mientras tanto, en Chile vaya a saber uno si aquel hombre sigue tirando de su carrito, ya gastado por los años. Quizás, un día abra los diarios y vea que su idea es furor en Moldavia, en China y en Kuwait. Que la estudian en Harvard y recibe reconocimientos en todas partes. Sí, tal vez ese hombre se entere de la historia. Y cuando lo haga, pedirá a otro transeúnte que, amablemente, tome su carrito con ambas manos y le pase, una y otra vez, por encima.

FuenteConexión Brando

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