03 noviembre 2012

Realidad de Manual


Estimados lectores, recientemente he incursionado en aprender un poco sobre comunicación política y en uno de los escritos me encontré con éste texto que quise compartir con ustedes. Me llamo poderosamente la atención y cuando terminé de leerlo lo primero que vino a mi mente fue: "cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, es mas, es de manual" ... De ahí el título de ésta nota.

Espero que al finalizar la lectura de este artículo se sientan motivados a compartir sus opiniones, quizá se genere un rico debate.

Saludos, Francisco.

Comunicación Política


El ejercicio gubernamental es una constante suma variable, en donde no debiera primar un lenguaje de guerra, sino uno emparentado con la negociación, para construir coaliciones (Ornstein y Mann, 2000:225).

Para ello, hacer de la discrepancia con la prensa un asunto político no rentable, porque produce una espiral en la que los medios, a  la búsqueda del titular interesante y en defensa de su atribuido papel de control político, refuerzan la cobertura de la política con distancia, con desconfianza y con displicencia. Esto aumenta la desconfianza de la opinión pública en los políticos y desprestigia la política (Arroyo, 2009).

Por lo cual se sostiene que no es inteligente establecer una política de enfrentamiento con la prensa de manera generalizada porque es muy corriente que el corporativismo de los medios (con una suerte de inmunidad democrática auto otorgada como controladores del poder) actúe para defender al periodista o al medio agraviados. Además, por mucho que se pueda realizar una comunicación más directa, se sigue dependiendo de los medios que son los que deciden qué es noticia y qué no (Arroyo, 2009).

Sin embargo, cabe destacar que, una buena cantidad  de ejemplos está demostrando exactamente lo contrario, pues en la comunicación gubernamental también existe el deseo de generar conflictos. Se pueden generar divisiones o fracturas sociales calculadas, para separar visiones ideológicas enfrentadas y mermar, así, el caudal propio de consenso, con la intención de afirmarlo sólidamente y contraponerlo a un sector con el que se marca una diferencia explícita y disminuir, así, el caudal de consenso del otro.

En este sentido, los gobiernos asumen que, así como el espacio político no es una zona exclusiva de los políticos, el espacio mediático tampoco lo es de los medios (Ruiz, 2010:38).

Aunque no son nuevas, hay prácticas que se han afianzado como estrategias de comunicación gubernamental mediante el despliegue de nuevas formas de comunicación directa que rechazan convenciones de mediación de la prensa. Desarrollan estrategias discursivas en las que parte de los medios son considerados instrumentos ideológicos de los enemigos del pueblo, develan sus intereses de clase y proponen un cambio de las reglas del mercado de medios y las regulaciones pro-mercado del período neoliberal (Kitzberger, 2010).

Sin embargo, esas estrategias gubernamentales también tuvieron un considerable éxito (si se mide a éste en términos de eficacia) durante el propio proceso electoral en muchos de los casos. Funciona como una estrategia que tal vez no haga ganar más votos, pero sí configura un control de daños donde se limita el poder de expansión de la negatividad que un medio opositor podría tener.

Claro está que produce fuertes radicalizaciones de un lado y del otro, pero parte del sistema de medios denunciado pierde credibilidad fuera de su núcleo de adherentes o partidarios. Entre las muchas razones  para el éxito, están la credibilidad y profesionalización del periodismo contrastadas con la debilidad y falta de ética de la práctica periodística (Kitzberger, 2010).

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