Estimados lectores, recientemente he incursionado en aprender un poco sobre comunicación política y en uno de los escritos me encontré con éste texto que quise compartir con ustedes. Me llamo poderosamente la atención y cuando terminé de leerlo lo primero que vino a mi mente fue: "cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, es mas, es de manual" ... De ahí el título de ésta nota.
Espero que al finalizar la lectura de este artículo se sientan motivados a compartir sus opiniones, quizá se genere un rico debate.
Saludos, Francisco.
El ejercicio gubernamental es una constante suma
variable, en donde no debiera primar un lenguaje de guerra, sino uno
emparentado con la negociación, para construir coaliciones (Ornstein y Mann,
2000:225). 
Para ello, hacer de la discrepancia con la prensa un
asunto político no rentable, porque produce una espiral en la que los medios,
a  la búsqueda del titular interesante y
en defensa de su atribuido papel de control político, refuerzan la cobertura de
la política con distancia, con desconfianza y con displicencia. Esto aumenta la
desconfianza de la opinión pública en los políticos y desprestigia la política
(Arroyo, 2009). 
Por lo cual se sostiene que no es inteligente
establecer una política de enfrentamiento con la prensa de manera generalizada
porque es muy corriente que el corporativismo de los medios (con una suerte de
inmunidad democrática auto otorgada como controladores del poder) actúe para
defender al periodista o al medio agraviados. Además, por mucho que se pueda
realizar una comunicación más directa, se sigue dependiendo de los medios que
son los que deciden qué es noticia y qué no (Arroyo, 2009). 
Sin embargo,
cabe destacar que, una buena cantidad  de
ejemplos está demostrando exactamente lo contrario, pues en la comunicación
gubernamental también existe el deseo de generar conflictos. Se pueden generar
divisiones o fracturas sociales calculadas, para separar visiones ideológicas
enfrentadas y mermar, así, el caudal propio de consenso, con la intención de
afirmarlo sólidamente y contraponerlo a un sector con el que se marca una
diferencia explícita y disminuir, así, el caudal de consenso del otro. 
En este sentido, los gobiernos asumen que, así como
el espacio político no es una zona exclusiva de los políticos, el espacio
mediático tampoco lo es de los medios (Ruiz, 2010:38). 
Aunque no son nuevas, hay prácticas que se han
afianzado como estrategias de comunicación gubernamental mediante el despliegue
de nuevas formas de comunicación directa que rechazan convenciones de mediación
de la prensa. Desarrollan estrategias discursivas en las que parte de los
medios son considerados instrumentos ideológicos de los enemigos del pueblo,
develan sus intereses de clase y proponen un cambio de las reglas del mercado de
medios y las regulaciones pro-mercado del período neoliberal (Kitzberger,
2010). 
Sin embargo, esas estrategias gubernamentales también
tuvieron un considerable éxito (si se mide a éste en términos de eficacia)
durante el propio proceso electoral en muchos de los casos. Funciona como una estrategia
que tal vez no haga ganar más votos, pero sí configura un control de daños
donde se limita el poder de expansión de la negatividad que un medio opositor
podría tener.
Claro está que produce fuertes radicalizaciones de un
lado y del otro, pero parte del sistema de medios denunciado pierde
credibilidad fuera de su núcleo de adherentes o partidarios. Entre las muchas
razones  para el éxito, están la
credibilidad y profesionalización del periodismo contrastadas con la debilidad
y falta de ética de la práctica periodística (Kitzberger, 2010).

 
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